Algo pasa con el verbo puedo, con el poder y la habilidad de usarlo. Y es que ya la palabrita, tiene mucho poder por sí sola.
Stephen R. Covey, autor de Los 7 hábitos de la gente eficaz lo define como "la capacidad o facultad de actuar, la fuerza y la potencia para realizar algo. Es también la energía vital para elegir y decidir. Incluye también la capacidad para superar hábitos profundamente enraizados y cultivar otros superiores, más eficaces."
Fue en la Copa de Europa con aquel "Po-de-mos" (promocionado por la cadena Cuatro que llevó a la roja a ganarla), y aquel "Yes, we can" (promovido por el partido demócrata estadounidense que llevó al primer afro-americano en alcanzar el poder de su presidencia), cuando me dí cuenta del poder de la palabra "poder". En estos dos casos la definición de Covey se ciñe como un traje hecho a medida por el mejor sastre del mundo; en ambos casos la capacidad de actuar y la fuerza y la potencia de realizar algo se hicieron más que palpables... pero sobretodo me percaté de la capacidad para superar hábitos profundamente enraizados y cultivar otros superiores... como veis, mucho más eficaces (si tenemos en cuenta los precedentes històricos de los dos casos citados). Eso es lo que realmente me emociona del poder. El superarnos; el olvidar y borrar vejos hábitos, en desuso e inútiles, para aprender de nuevo nuevas maneras de ser y estar en nuestra vida y en el mundo, de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, de comunicarnos y apreciarnos tal y como somos, gustarnos sin preguntar, vernos en el espejo y correspondernos con una sonrisa... Eres como quiero que seas, me gustas y quiero seguir contigo. Suena a palabras de enamorados, lo sé. Y para eso es imprescindible tomar contacto con nuestro propio poder, aquel que nos hace únicos y el que activa el motor de nuestra evolución más personal, para nosotros y para el mundo.
Quiero ser el verbo puedo... y me da que lo estoy consiguiendo. Cada día lo voy reconociendo y me suceden cosas inimaginables hace a penas 3 meses... Y sigo, con esa sensación de poder que aumenta a medida que avanzo. Una poderosa sensación, que apadrino con humildad y satisfacción.
Sin duda, quiero ser el verbo puedo.