Poco a poco... voy descubriéndome... y desnudándome ante el espejo... pero no ese que esta frente a mí, si no el que está arriba... me elevo... y sigo subiendo hasta ir poco a poco y lentamente atravesando ese cristal aguado... tomando conciencia de cada paso en mi evolución, acercándome a mí y darme cuenta con tristeza, cuán lejos he estado.
Sabía de mi soledad, de mi necesidad de conocer personas que valga mucho la suerte de conocer, personas que me despertaran el interés, la curiosidad, personas afines y complementarias a mí con las que pudiera compartir algo más que un café o un cena en un momento dado... Y vaya si las estoy conociendo... Lo que no sabía, era lo lejos que estaba de mí, mi auténtica soledad era esa.
De repente me encuentro despertándome... y dándome cuenta de que existo, de que soy.
Y sigo respirando para mí...
Encontrando mi esencia, esa identidad que me hace única y de repente todo cobra un sentido...
Una gran aventura, esta del autodescubrimiento, aunque a veces duela, reconocer la verdad.
¡Dios, qué lejos he estado de mí!
Y ahora me acerco... cada vez más, con una inmensa curiosidad... y lo más importante, sin miedo.
Acercándome a mí.
2 comentarios:
Fácil, pero es cierto nos tenemos delante y ni siquiera nos hemos dejado hablar.. Gracias, muy valiosa tu reflexión
María.
Gracias María, por leerme,por tu comentario, por tu valoración.
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